POR JULIO BAHAMON VANEGAS
Con este artículo, quiero solidarizarme con los reclamos que el diputado Armando Acuña le hiciera recientemente al gerente del Banco Agrario en relación con la situación de los créditos y su destino, que no es, precisamente, hacia los pequeños agricultores de Colombia.
Nuestros campesinos viven hoy una paradoja dolorosa: El Banco Agrario, que debería ser el motor del crédito rural y de fomento, se ha convertido en un banco más, dedicado a engrosar sus balances y no a cumplir con la misión para el cual fue creado. Los pequeños productores se quejan, con razón, de que los préstamos no llegan al campesino, sino que se orientan hacia otros sectores de la economía, dejando a los hombres y mujeres del campo atrapados entre deudas, intereses impagables y la amenaza de embargos.
Pero esa situación no siempre fue así: En 1996, en mi condición de representante a la cámara por el Huila, junto al compañero representante el Dr. Orlando Beltrán Cuellar, nos dimos a la tarea, contando con el apoyo de más de 400.000 mil de campesinos del pais, entre otros, del Huila, Tolima, Caquetá, Putumayo, el eje cafetero y de otras regiones, de presentar como iniciativa popular, ante el entonces presidente de la Corporación, el Dr Rodrigo Rivera Salazar, el proyecto de ley que le dio vida a la ley 302 de 1996, por medio de la cual se creó el Fondo de Solidaridad Agropecuaria, FONSA. Este fondo tuvo un objetivo muy claro, noble y preciso: aliviar las deudas de capital e intereses de los pequeños y medianos productores rurales, en especial los caficultores, que atravesaban crisis cíclicas por factores de mercado y clima. La ley, además, garantizo financiación estable al FONSA con un porcentaje del incremento al IVA (anualmente) del 0,25%, asegurando recursos constantes para cumplir su misión.
Gracias a esa medida, miles de campesinos pudieron mantenerse en el campo, reactivar su producción y evitar el desarraigo.
Con el tiempo, sin embargo, esa ley fue desmontada. Lo que era un instrumento de justicia social fue eliminado bajo la presión del sector financiero que no le gusta ayudar al campo, sino especular con los préstamos y patrocinar el dinero costoso, usurero, para facilitar que los prestamistas, se queden con las parcelas de los pequeños y medianos agricultores del país.
Es hora de que el Congreso y los líderes políticos asumamos el compromiso de revivir un nuevo FONSA. Un fondo con recursos estables, que alivie de verdad sus deudas, que les dé la mano cuando más lo necesiten, que les devuelva su dignidad como campesinos y labriegos.
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