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lunes, 29 de septiembre de 2025

CONECTIVIDAD DIGITAL: EL PUENTE INDISPENSABLE PARA EL DESARROLLO DEL HUILA


POR WILFRED TRUJILLO

Diputado Asamblea del Huila 

 

A veces la desconexión se siente en cosas pequeñas: una estudiante de una vereda intenta enviar su tarea por WhatsApp y la señal se cae justo cuando va en 98%; un campesino que quiere cotizar el precio del cacao no logra abrir la página del comprador; una mamá espera una teleconsulta que nunca entra. No son anécdotas aisladas. En 2023, el 70,5% de los hogares en cabeceras del país tenía internet, pero en centros poblados y rural disperso la cifra apenas fue del 41,4%. En el Huila avanzamos, sí: 67,7% de hogares con acceso. Eso también significa que casi un tercio sigue por fuera. Y cuando uno está por fuera de la red, está por fuera de muchas otras cosas: educación, empleo, salud, seguridad, participación.

 

El acceso a internet ya no es un lujo ni un capricho tecnológico; es infraestructura básica, tanto como una vía o un acueducto. Donde hay conectividad, los niños descargan contenidos, los maestros comparten guías, los jóvenes se forman en cursos cortos y los emprendedores encuentran clientes. Donde no la hay, la escuela compite en desventaja, el hospital no puede hacer telemedicina, la alcaldía se queda corta con trámites en línea y la comunidad no recibe a tiempo una alerta. En el Huila lo hemos visto una y otra vez, el talento está, las ganas sobran, pero la “carretera invisible” aún no llega con la misma fuerza a todos.

 

El Ministerio de las TIC anunció recursos cercanos a $81.400 millones para el departamento y la instalación de microcentros de inteligencia artificial en Neiva y Pitalito; si los articulamos bien, no solo amplían cobertura, también ayudan a formar habilidades digitales donde más se necesitan. El sector privado ha movido la aguja: Movistar tendió 179 kilómetros de fibra para conectar 43 sedes educativas y beneficiar a 3.161 estudiantes rurales; Claro llevó 4G por primera vez a 17 localidades rurales. Y desde la Gobernación se financiaron conexiones para 249 sedes educativas en 28 municipios. Son pasos concretos que demuestran que cuando el Estado, las empresas y las comunidades empujan en la misma dirección, sí hay resultados.

 

Pero falta. Falta porque nuestra geografía, que tanto orgullo nos da, encarece cada metro de fibra y cada torre; porque la dispersión poblacional hace menos “rentables” algunas zonas; porque hay barrios y veredas donde la energía es inestable y la red cae; porque aún necesitamos más formación para que el servicio no sea solo una señal encendida, sino una herramienta de cambio real. Y falta, sobre todo, porque el desarrollo del Huila depende de que nuestros sectores estratégicos se monten a la ola digital. El café de Pitalito compite mejor con trazabilidad y comercio electrónico; el cacao del centro y sur del departamento accede a mejores precios si se conecta con nichos especializados; el arroz y la tilapia escalan productividad con datos, sensores y mercados en línea. Sin internet, toda esa promesa se reduce.



Además, la conectividad es una aliada de nuestra identidad: preserva y difunde la cultura al permitir que el turismo, la gastronomía, la música y las artes encuentren vitrina y público sin fronteras; hace posible que nuestros relatos, festivales y oficios se documenten, se promuevan con mapas, reseñas y reservas en línea, y lleguen a más visitantes y compradores; acerca a cocineras tradicionales, músicos y artesanos a mercados digitales y procesos formativos, y ayuda a que escuelas, casas de cultura y bibliotecas creen y custodien archivos de memoria. Al mismo tiempo, es una herramienta de prevención en seguridad: fortalece los canales de comunicación entre ciudadanía y autoridades, facilita la denuncia oportuna, la emisión de alertas y recomendaciones de cuidado, la coordinación comunitaria y la activación de rutas seguras en situaciones de riesgo. Más y mejor conexión significa más capacidad colectiva para proteger la vida y, a la vez, para cuidar y proyectar lo que somos.

 

Por eso es indispensable trazar una estrategia clara, con metas verificables por municipio: primero, definir cuántos hogares e instituciones se conectarán, con qué velocidades y niveles de estabilidad y en qué plazos; segundo, habilitar un tablero público y sencillo donde cualquier ciudadano pueda ver avances, rezagos y responsables; tercero, aplicar soluciones a la medida del territorio; fibra donde sea viable, 4G/5G o radioenlaces donde la montaña lo exija y, donde el mercado no llega, esquemas satelitales o redes comunitarias con tarifa social; y cuarto, impulsar formación masiva para docentes, jóvenes, productores y juntas de acción comunal. Llevar internet es el primer paso; convertirlo en oportunidades, la meta.

 

Cerrar la brecha digital no es un asunto técnico, es un acto de justicia. Cuando garantizamos conectividad, nivelamos el terreno para que un niño de San Agustín o de Pitalito tenga las mismas posibilidades que uno de Neiva; para que una emprendedora de Acevedo pueda vender sin intermediarios; para que un adulto mayor de La Plata reciba una atención médica oportuna sin viajar horas. Eso es equidad en la práctica. Y también es democracia: más información disponible, más transparencia, más participación.

 

Si una escuela sigue sin señal, que se sepa y se actúe; si un operador no cumple, que responda; si una comunidad tiene una buena práctica, que la escalemos. El Huila tiene con qué; capital humano, vocación productiva, universidades, un sector público que puede coordinar y un sector privado en la capacidad de invertir cuando hay reglas claras.

 

La conectividad digital es la carretera invisible que nos conecta con el futuro. No dejemos a nadie al borde de esa vía.

 

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