Por Julio Bahamon Vanegas
Recientemente, los congresistas
que secundaron al gobierno del cambio, Carlos Julio González, Flora Perdomo,
Luz Aida Pastrana y la profesora Leila Rincón, adelantaron un debate de control
político, bastante tarde por cierto, en
el senado de la república, en donde pusieron sobre la mesa la crisis de lo que,
por sus culpas, viene sucediendo en el Huila, en materia de seguridad y la
caída de las inversiones nacionales, dejando al desnudo una realidad que no se
pueden ocultar con lágrimas de plañideras (dice la Biblia, que eran mujeres
que eran contratadas para ir a llorar a los
entierros).
Son los mismos congresistas
los que se rasgan sus vestiduras quienes, desde el comienzo de esta tragedia,
con entusiasmo o con su silencio cómplice, respaldaron a este gobierno y se
lucraron del mismo, desde el primer día.
Oportunistas, se dieron cuenta de que el país entero siente el abandono estatal, y ahora pretenden desmarcarse
del naufragio político que ellos mismos ayudaron a construir. Esos son los
mismos que defendieron a Gustavo Petro en campaña, al lado del gobernador
Petrista Rodrigo Villalba Mosquera, justificando sus improvisaciones durante
los primeros años de gobierno, y se beneficiaron de cuotas, contratos,
prebendas y espacios de poder mientras el Huila se hundía en el olvido.
Los cuatro, González Villa,
Perdomo, Pastrana y la profesora, alfiles del gobernador, representan esa doble
moral que tanto daño le ha hecho a la región. Hoy aparecen alarmados por la
falta de presupuesto, por el deterioro de la seguridad, por la perdida de
confianza en las instituciones, pero durante estos tres años guardaron silencio
ante el evidente desastre en que quedara nuestro departamento.
El Huila fue engañado, sí,
pero no solo por el gobierno nacional que prometió desarrollo y trajo abandono,
inseguridad, crímenes, y la toma del territorio en más de un 60% por los grupos
narcoterroristas de las Farc y del ELN. Ellos prefirieron la conveniencia
política sobre la coherencia moral. Próximos un nuevo debate electoral, ellos
mismos que aplaudían a Gustavo Petro hoy buscan presentarse como víctimas del
engaño. Demasiado tarde fariseos.
Mientras los huilenses
padecemos inseguridad en el campo y las principales ciudades, el cierre de
vías, un pésimo servicio de salud, educación y vivienda, aparecen los discursos
de las nuevas plañideras para llorar, anticipadamente, el entierro de sus
partidos y aspiraciones.
La política no puede convertirse en refugio de oportunistas. El Departamento necesita líderes que digan la verdad, incluso cuando duela, que no esperen a que el barco se hunda para salir a correr como las ratas. El pueblo será implacable con los promotores de la tragedia que prefirieron callar mientras se servían de ella. Ni los lamentos más sonoros podrán borrar su complicidad.
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