No fue fácil lo que vivió nuestro jefe y fundador del Centro Democrático. Muchas horas de dolor, de angustia, de sacrificios con su familia, de desconsuelo, de ver que todas sus luchas podrían terminar pisoteadas por la infamia y la calumnia. Tuvo que vencer, con sus abogados defensores, un monstruo de Lerna que lo acechaba sin piedad para destruirlo, pero al final, gracias a Dios, los derroto y hoy, con fortaleza ha recuperado su buen nombre, la legitimidad para liderar un proceso histórico de reconciliación nacional y de fortalecimiento del proyecto político que lo inspiro.
El fallo absolutorio que lo declaró inocente de toda acusación penal marca un punto de inflexión en la historia reciente del país y escribe en sus páginas, con letras de molde, un hecho sin precedentes de justicia que definirá el presente siglo para Colombia.
El Centro Democrático frente a esa realidad tiene la responsabilidad de convertir esa reivindicación en una nueva etapa de unidad, madurez y reconstrucción política.
Hago este llamado a la dirigencia de mi partido porque no podemos ocultar que en muchas regiones del país existen divisiones, disputas personales y pugnas por el control de las listas al congreso. Algunos precandidatos presidenciales han confundido su legítima aspiración con el derecho de intervenir en las decisiones territoriales del partido, generando fracturas que debilitan al Centro Democrático justo en el momento en que más se necesita cohesión.
Álvaro Uribe se sometió a la justicia con dignidad infinita, confió en las instituciones y salió victorioso. Así lo reconoce el país y el mundo; en ese sentido, el partido debe responder con grandeza. Llegó la hora de replantear la política interna del Centro Democrático. Es el momento para que las directivas nacionales intervengan con decisión para garantizar listas de unidad que regionalmente respondan a la propuesta presidencial que representará a todos los sectores del partido.
El fallo del Tribunal no es un simple hecho jurídico, debe entenderse como un punto de partida para que el Uribismo recupere la confianza de todos los colombianos, de volver a ser la fuerza del orden, la seguridad y la eficiencia.
El ejemplo del presidente Álvaro Uribe nos debe inspirar a la unidad y a la grandeza de un movimiento que le devuelva a Colombia la esperanza.



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