Su
absolución unánime por parte del Honorable Tribunal de Bogotá es un
acontecimiento que definirá la historia de Colombia en el presente siglo. No es
solo su reivindicación personal, es un acto de justicia esperado en estos
últimos 12 años por millones de colombianos que siempre confiamos en su
inocencia, y que combatimos el proceso por politizado, en la etapa de
investigación, y en su juzgamiento, en la primera instancia.
Después
de años de infamias y señalamientos, filtraciones y juicios mediáticos, el ilustre
expresidente regresa con la autoridad moral incólume, con la frente en alto y
con la serenidad de quien ha soportado el peso del descredito sin rendirse.
Lejos de doblegarse, su nombre se fortalece en la conciencia de sus
conciudadanos, y emerge como el guardián de la heredad nacional. Como el hombre
que encarno la defensa de la patria, el orden institucional, los valores de la
familia y la fe en Dios.
Sus
compañeros de lucha, a raíz del fallo, tenemos la misión de continuar a su
lado, caminando para revitalizar al partido que venía sufriendo un desgaste por
las infames acusaciones que afectaron, de alguna manera, a su fundador.
Hoy,
el presidente Uribe vuelve a ser el gran referente y el punto de convergencia
de sectores que deseen reencontrarse con su identidad y con el amor por la
patria.
El
fallo proferido en segunda instancia por el Tribunal de Bogotá abre para el país
una etapa nueva de recomposición del poder político. La absolución de Álvaro
Uribe despeja el camino para que la derecha se agrupe y proyecte una
alternativa sólida hacia el 2026.
Dirigentes
como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Miguel Uribe Londoño, Paola
Holguín, Abelardo de La Espriella, Vicky Dávila, Juan Carlos Pinzón y Enrique
Peñalosa, encontrarán en él, un mentor y un faro moral que les devuelva la
confianza a los ciudadanos cansados con la difamación y la calumnia oficial.
De
otro lado, el fallo le ha dado un golpe al relato del petrismo, que utilizo su
discurso para descalificar a sus adversarios. La justicia ha hablado, y ha
debilitado la narrativa oficial que pretendía imponer la idea de un “Uribe
culpable”, para esconder sus propias equivocaciones. El discurso de
confrontación y de odio perdió fuerza frente al líder reivindicado que encarna
experiencia, serenidad y convicción.
El
fallo le estallo en la conciencia al detractor Iván Cepeda que no logró cumplir
el mandado de sus pares de las Farc, y retumbo al interior del ministerio de
Justicia, cuyo titular está en mora de renunciar por miserable y calumniador:
quedo claro, señor ministro de justicia que, nadie puede ser condenado sin
pruebas, ni juzgado por razones políticas o ideológicas. Tendremos a Álvaro
Uribe para mucho tiempo, gracias a Dios.



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