En el informe del periodista
Daniel Coronel, de la entrevista que le hizo al presidente Petro, le conto al país
de la situación emocional en que se encuentra el presidente Gustavo Petro en
los siguientes términos: “nunca lo había visto tan perturbado”.” No es capaz de
dimensionar su tamaño real en la escena mundial”..”Sin la capacidad de
dimensionar el problema en que está metido y con él, Colombia”..”Quería hablar
para el mismo y para un público que se imagina”. Lo anterior nos lleva a creer
que el presidente Petro perdió el juicio y está fuera de sí mismo.
A lo anterior le agregamos la
descertificación que los Estados Unidos le hizo a Colombia por los nulos
esfuerzos de su gobierno para controlar el narcotráfico y los cultivos de coca
en el país, y la reciente decisión del
gobierno de Donald Trump de incluir a Gustavo Petro (presidente de Colombia) a
su esposa, a su hijo y a su ministro del interior Armando Benedetti en la lista
Clinton, son pruebas de que el señor Petro le ha infringido al país, graves daños, ha cometido actos de indignidad
como presidente y por consiguiente, está en mora de renunciar al cargo por
incompetente e indigno para ejercerlo.
Los Estados Unidos incluyo a
Gustavo Petro, a su esposa Verónica Alcocer, a su hijo Nicolas Petro Burgos y a
su ministro y cómplice de drogadicción Armando Benedetti en la lista Clinton,
por evidentes razones, motivada por presuntos vínculos con actividades
relacionadas con el narcotráfico. Si el gobierno de Trump se atrevió a dar ese
paso es porque tiene las pruebas, por lo que el presidente de Colombia la hace
un daño inconmensurable al pais. No es un simple asunto diplomático, sino de un
golpe profundo a la honra nacional, a la legitimidad institucional y a la
dignidad de la república.
La Lista Clinton no es una
lista cualquiera. Es una herramienta de sanción económica y política del
gobierno de los EEUU, creada para combatir a los grandes carteles del
narcotráfico y las redes de apoyo.
Los defensores del presidente deben saber, que
la gravedad del hecho no admite matices: ningún mandatario en ejercicio puede
gobernar bajo semejante señalamiento. Mas allá de las repercusiones económicas
o diplomáticas, lo que está en juego es la autoridad moral del Estado
colombiano.
Ante este panorama, Gustavo
Petro debería renunciar, no por la presión extranjera, sino por un acto mínimo
de responsabilidad con el país.
Colombia no puede ser
arrastrada por el descrédito internacional ni convertirse en una nación paria
por los actos señalados cometidos por su presidente. Los colombianos nos
merecemos un gobierno que no esté bajo sospecha ni sometido sanciones
internacionales. La histórica dignidad de Colombia exige una respuesta
inmediata, clara y contundente, Gustavo Petro Urrego debe renunciar.



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