El episodio ocurrió en 1992,
cuando cinco cabildantes laboyanos fueron llevados hasta las montañas del sur
por las entonces Farc, con el objetivo de recibir información acerca de los
orígenes de la organización armada y algunas advertencias políticas.
POR HUGO MAURICIO FERNÁNDEZ
BARÓN
La presencia de las Farc en Pitalito
en la década de los 90 estuvo marcada por las acciones militares del Frente 13
o ‘Cacica Gaitana’. Uno de tantos episodios de violencia que sufrieron los
laboyanos fue la retención de cinco cabildantes de la duma municipal, a quienes
el grupo rebelde tuvo en su poder durante tres días en las montañas de la
vereda La Guajira, en el lugar conocido como Hueco Lindo, límites con el
departamento del Cauca. El objetivo, asestar un golpe de opinión y aprovechar
el despliegue noticioso para su propaganda.
Una cita muy particular
Eran las 4 de la mañana
cuando, aquel viernes de 1992, el concejal de Laicos por Colombia en Pitalito,
Alberto Zapata, llegó hasta el parque del Colegio La Presentación a cumplir una
cita de mucha incertidumbre. Zapata, quien había sido contactado por un
guerrillero en la oficina de la cooperativa de tenderos que lideraba, había
recibido instrucciones precisas. Tenía que estar muy puntual en ese lugar donde
sería contactado por otros hombres que lo llevarían hasta las lomas de del sur, donde
lo aguardaba una excepcional reunión.
“El tipo que llegó hasta mi
oficina me advirtió que, por mi seguridad, lo mejor era que cumpliera la cita y
llevara fiambre y botas porque la caminada iba a ser muy larga”. Sin embargo,
lo que no sabía Zapata era que cuatro más de sus compañeros concejales también
habían sido requeridos por el grupo armado para la misma diligencia. Así que
cuando reconoció en la misma esquina a Tito Pedraza, concejal por el Partido
Liberal, quien estaba envuelto en una ruana, se acercó hasta él para confirmar
su identidad y al reconocerse se preguntaron al tiempo, qué carajos estaban
haciendo allí a esa hora.
El Comando Central se comunicó vía radio con los cinco concejales y las voces de
Jacobo Arenas y Raúl Reyes se escucharon por el acatarrado artefacto,
celebrando el cumplimiento de la insólita reunión.
Minutos después un automóvil
Carpatti se detuvo en la esquina, la puerta se abrió y una voz del interior
ordenó que se subieran al vehículo donde, para mayor asombro de los
cabildantes, ya se encontraban los concejales Gabriel Parra y Humberto Carrillo
del Partido Conservador, junto a Emiro Bravo del M-19. Luego de esperar por
casi media hora la aparición de Adán Rodríguez, el sexto concejal que nunca llegó,
el hombre que dio la orden desde el interior del vehículo le indicó al
conductor que era el momento de subir hacia las lomas del sur por la vía a
Palestina. Cuando llegaron a ese pueblo, sin ningún contratiempo, sortearon el
retén de la policía y se detuvieron en la galería por algunas provisiones.
Luego de trasegar por varias
horas en la carretera destapada, antes del atardecer llegaron hasta una
enramada donde varios guerrilleros los esperaban subidos en un árbol. Desde
allí emprendieron la caminata por unas faldas empinadas que los llevó hasta el
campamento donde los aguardaba el comandante ‘Héctor Ramírez’, conocido como
“El cuñao”, un llanero que había llegado hace poco al sur a reemplazar al
comandante ‘Oscar’ o ‘Chuculo’, oriundo de Pitalito, formado en la Juco y que
fue trasladado por orden del propio Tirofijo, debido a la intervención del
entonces senador Héctor Sánchez Polanía, que tuvo la osadía de ir hasta las montañas a quejarse de las acciones de ‘Oscar’ y la amenaza de muerte contra el
político conservador.
Un saludo inesperado
Contra todas sus expectativas,
los concejales fueron bien recibidos por los guerrilleros. Les tenían preparado
sancocho de gallina y en una habitación de madera les habían dispuesto los
dormitorios con cobijas de lana y colchones de algodón. La madrugada del sábado
inició con la formación de la guerrillerada y un saludo inesperado. Vía radio,
el Comando Central se comunicó con los cinco concejales y las voces de Manuel
Marulanda y Raúl Reyes se escucharon por el acatarrado artefacto celebrando el
cumplimiento de la insólita reunión. Sin embargo, el temor de dos de los
concejales no se disipaba, pues Zapata y Carrillo eran suboficiales retirados
del Ejército Nacional.
“Recuerdo que el comandante
fue muy enfático en tres aspectos. El primero fue resaltar el hecho de que
nosotros habíamos sido elegidos por el pueblo de Pitalito para representarlos y
defender sus intereses en el gobierno del entonces alcalde del municipio, Carlos Martín".
Pese a esto, por recomendación
de Emiro, cuando llegó el momento de presentarse con el comandante ‘Héctor’,
los dos concejales ex militares confesaron su origen con algo de temor. Pero la
guerrilla los había investigado y conocían el pasado castrense de estos dos
concejales, a quienes les respetaron la vida por no tener ningún vínculo con
grupos paramilitares. Superado este momento álgido de la reunión, el comandante
‘Héctor’ hizo una exposición de los orígenes, causas y objetivos de su lucha
armada. Luego del repaso histórico, el objetivo principal del encuentro se puso
sobre la mesa.
“Recuerdo que el comandante
fue muy enfático en tres aspectos. El primero, fue resaltar el hecho de que
nosotros habíamos sido elegidos por el pueblo de Pitalito para representarlos y
defender sus intereses en el gobierno del entonces alcalde del municipio, Carlos
Martín. El siguiente fue indicarnos la obligación de ejercer nuestro control
político contra la corrupción. Y el último, quizá el más grave de todos, era la
advertencia sentenciosa sobre las relaciones o vínculos que la política de la
región tuviera con el paramilitarismo. Situación imperdonable para ellos y que
se cobraba con la vida”, explicó Zapata.
Concejales en poder de las
Farc
El domingo en la noche, cuando
los concejales regresaron a Pitalito en el mismo auto con el conductor que los
había llevado hasta esas lejanías, el pueblo entero ya se había enterado de la
situación. Pese a las advertencias de la guerrilla a los concejales de no decir
nada a nadie y mucho menos a las autoridades, Zapata no pudo tragarse la
intriga y espoleado por las sospechas de su esposa Rosalbina y sus temores,
antes de partir a la cita le dijo que si el domingo no llegaba fuera a contarle
todo al cura Jaime Tovar, quien al ser informado por la señora no dudó en
acudir a las autoridades.
Contra todas sus expectativas,
los concejales fueron bien recibidos por los guerrilleros. Les tenían preparado
sancocho de gallina y en una habitación de madera les habían dispuesto los
dormitorios con cobijas de lana y colchones de algodón.
Por su parte, los comandantes
de la Policía y el Ejército en Pitalito estaban indignadísimos. El lunes a
primera hora, luego de saber que los cinco concejales estaban sanos y salvos en
el municipio, el entonces coronel del Batallón Magdalena José Domingo Rubio
Saavedra mandó a buscar a los concejales para que se presentaran en las
instalaciones del ejército con el objetivo de saber por qué no habían
denunciado el hecho delictivo y cuál había sido el objetivo de tan sospechosa
reunión, pues para las autoridades del municipio había una clara simpatía de
los cabildantes con el grupo armado. Sin embargo, luego de escuchadas las
declaraciones de los concejales, se pudo comprender el objetivo político de
aquella acción subversiva.
“Vaca ladrona, no olvida el
portillo”, intrigó el coronel Rubio, mirando fijamente al concejal Emiro.
“Coronel, yo ya dejé los fierros y ahora mi única arma es la palabra”. Sostuvo
Emiro. “Entonces dígame qué carajos les dijeron, ¿cuántos hombres había y
cuántas armas tenían? Interrogó insistente el coronel. “Eran muchos, no me
acuerdo cuántos y estaban muy bien armados”, fue la respuesta del concejal.
De la guerra a la paz
Curiosamente, ese mismo año de
1992, fueron elegidos en el departamento del Huila 9 concejales y el diputado
del M-19, Carlos Chalita, quien obtuvo la mayor votación de la época. Hechos
que obligatoriamente nos hace pensar en la coyuntura actual del país. Finalizó
la dejación de armas de las Farc y comenzó la etapa de reincorporación de más
de 10 mil excombatientes, presos y milicianos a la vida civil.
Aunque la reincorporación de las Farc va a paso de tortuga, que los excombatientes puedan tener una vida digna en la civilidad no es un asunto de privilegios para quienes se alzaron en armas, sino un requisito para que se consolide la paz territorial. Es un asunto, sobre todo, de seguridad nacional. Los meses que siguen son cruciales para el éxito o fracaso de la reincorporación.
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