POR
WILFRED TRUJILLO TRUJILLO
Diputado
del Huila
En
el Huila, como en muchas regiones del país, el conflicto armado ha dejado
huellas imborrables. Pero hay una herida que aún no cierra: el reclutamiento
forzado de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos armados ilegales.
Esta práctica, que constituye una de las formas más crueles de violencia contra
la niñez, sigue siendo una amenaza silenciosa, especialmente en sectores
rurales, marginados y con alta vulnerabilidad social.
Durante
los años 2024 y 2025, las instituciones locales han intensificado sus esfuerzos
para prevenir este flagelo. La Gobernación del Huila y la Alcaldía de Neiva han
liderado acciones articuladas, a través de estrategias territoriales, comités
interinstitucionales y campañas educativas que buscan reducir los factores de
riesgo y garantizar entornos protectores para nuestros menores. Sin embargo,
los avances, aunque valiosos, siguen siendo insuficientes frente a la magnitud
del problema.
Colombia
ha sido históricamente uno de los países más golpeados por el reclutamiento
forzado de menores. Aunque las cifras exactas suelen estar subregistradas,
organizaciones como la Defensoría del Pueblo han emitido alertas tempranas que
confirman el riesgo latente en varias zonas del Huila, particularmente en
municipios como Neiva, Algeciras, La Plata, Baraya e Íquira. Las comunidades
indígenas, las niñas, los adolescentes en situación de pobreza extrema y los
jóvenes sin acceso a oportunidades son los más vulnerables.
En
respuesta a este panorama, la Gobernación del Huila ha impulsado la implementación
territorial de la política pública de prevención del reclutamiento,
utilización, uso y violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes (RUUVS).
Esta estrategia se ha desarrollado en articulación con entidades como el ICBF,
la Defensoría del Pueblo, la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos, el
SENA, y las secretarías de Educación, Cultura, Salud, Gobierno y Mujer. Una de
las iniciativas más destacadas es el programa “Escuelas Seguras”, que con una
inversión de 250 millones de pesos en 2025 ha beneficiado a más de 2.400
estudiantes en zonas priorizadas por su exposición al riesgo, como Íquira,
Suaza, Acevedo y La Plata.
El
proyecto “G-24”, por su parte, ha promovido la formación en derechos humanos a
través del arte urbano, como el grafiti y la serigrafía, fomentando la creación
de alertas tempranas y el empoderamiento juvenil en territorios con alertas
activas. También han cobrado relevancia los semilleros de participación
ciudadana en La Plata, una apuesta pedagógica y comunitaria que combina
liderazgo juvenil, expresión artística y sentido de pertenencia como
herramientas para alejar a la niñez de los riesgos del conflicto.
Otras
acciones complementarias, como las vacaciones recreativas por la paz, la
entrega de más de 820 implementos deportivos a comunidades indígenas y la
activación de Equipos de Acción Inmediata (EAI) en 33 municipios del
departamento, han permitido contener —al menos parcialmente— esta forma de
violencia estructural.
A nivel municipal, la Alcaldía de Neiva ha asumido también una postura decidida. En 2024, mediante el Decreto 0571, se fortaleció la composición del Comité Interinstitucional de Acción Inmediata, incluyendo a actores clave como el ICBF, la Fiscalía, el SENA, autoridades étnicas y la Secretaría de Juventud. Este comité sesionó seis veces durante el año, abordando casos reales y falsas alarmas, articulando respuestas oportunas con la Fuerza Pública, la Personería y la Secretaría de Paz.
Las
acciones en terreno han sido especialmente focalizadas en las comunas 8, 9 y
10, así como en el corregimiento de Vegalarga, identificadas como zonas de alto
riesgo. Allí se han desarrollado jornadas de sensibilización sobre rutas de
prevención, derechos humanos y mecanismos de denuncia, junto a actividades
pedagógicas, deportivas, culturales y comunitarias que buscan restablecer el
tejido social y empoderar a las familias. La estrategia “Gobierno en Acción” ha
servido de plataforma para acercar la institucionalidad a los territorios,
ofreciendo orientación jurídica, atención psicosocial, formación en resolución
de conflictos y promoción del liderazgo juvenil.
La
Secretaría de Educación, por su parte, ha ejecutado talleres en colegios sobre
prevención de violencias, consumo de sustancias psicoactivas, derechos sexuales
y reproductivos, y rutas para la protección de niños, niñas y adolescentes.
Paralelamente, se ha fortalecido la conectividad digital en zonas periféricas
para facilitar la comunicación con las autoridades y el acceso a servicios
estatales.
Estos
esfuerzos, sin duda, representan un paso adelante. Pero es indispensable
reconocer que la prevención del reclutamiento forzado no puede limitarse a
acciones aisladas o reactivas. Las causas de fondo son estructurales: pobreza,
falta de oportunidades, abandono institucional en las zonas rurales,
estigmatización social y ruptura de los vínculos familiares y comunitarios. Por
eso, más allá de decretos o programas temporales, necesitamos políticas
sostenidas que atiendan estas causas con enfoque diferencial, territorial y de
derechos.
El
Departamento del Huila debe avanzar hacia un sistema de monitoreo permanente
del riesgo, fortalecer los canales de denuncia y reacción rápida, aumentar la
cobertura de programas educativos y culturales, y consolidar una red de apoyo
para las familias en situación de vulnerabilidad. La prevención, en este
contexto, no se limita a evitar el reclutamiento, sino a construir alternativas
reales y viables de vida para nuestros niños y jóvenes.
Desde
la Asamblea Departamental del Huila hemos reiterado el llamado a las
autoridades para que mantengan este tema como una prioridad política y
presupuestal. No es aceptable que en pleno 2025 sigamos viendo cómo nuestras
infancias son despojadas de su libertad, instrumentalizadas para la guerra y
olvidadas por la institucionalidad. Nuestro deber como sociedad es proteger a
quienes no tienen voz, a quienes solo deberían estar jugando, aprendiendo y
soñando. Cualquier niño reclutado representa el fracaso colectivo de nuestras
políticas públicas, pero también la posibilidad de corregir el rumbo si
actuamos con decisión, coordinación y voluntad política.
El
reclutamiento forzado no solo es una violación flagrante a los derechos
humanos, sino una amenaza directa a la paz, la equidad y el futuro de nuestra
región. Prevenirlo no es una opción: es un imperativo moral que debe unirnos
más allá de las diferencias.
Una
infancia libre de miedo es la base de una paz verdadera.
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