La reciente propuesta del candidato del partido verde oxígeno, Juan Carlos Pinzón, ha generado más preocupación que entusiasmo.
Por Julio Bahamon Vanegas
En algo muchísimo más valiosa y sería para convertirla en
un laboratorio electoral.
La reciente propuesta del candidato del partido verde
oxígeno, Juan Carlos Pinzón, ha generado más preocupación que entusiasmo. El
candidato Pinzón plantea convocar a todos los aspirantes que registren
porcentajes iguales o superiores al 3% para que cada uno designe un
compromisario y, entre todos, construir una agenda que luego se someta a una
encuesta para escoger un único candidato.
Suena incluyente, democrática y hasta simpática. Pero no
es seria, ni práctica ni oportuna.
Existen, irresponsablemente, 92 precandidatos
presidenciales, la mayoría están entre el 3% y el 6%, por lo que esta
iniciativa no simplifica el caos: lo mantiene. Pareciera más una apuesta de un
jugador, que quiere ganar cañando con par dos.
Un conclave con casi una centena de proyectos políticos, sin ninguna
posibilidad real, es mantener el mismo estatus quo de dispersión, ruido y
egolatría electoral que nos ha traído hasta aquí.
Nadie le niega al Dr. Pinzón su importancia, ni su
trayectoria como ministro de defensa de Juan Manuel Santos, pero su propuesta
revela un problema que se debe mencionar: Cuando un liderazgo se ubica en el
lugar equivocado, termina prestándose para validar confusiones que dice querer
solucionar.
Una elección presidencial en nada se parece a una
pasarela de aspiraciones tardías, ni en un experimento de coaliciones
improvisadas, ni en una feria donde cada quien se inscribe a ver si le suena la
flauta, ni un juego de azar donde cualquiera puede ganarse el “baloto” sin
haber construido una historia, una estructura, unas ideas y un liderazgo de
tiempo atrás.
En nuestro país, la mayoría de los 92 precandidatos,
contadas cuatro o cinco excepciones, no supera el 3% de intención de voto y,
aun así, se comportan como si cada nombre aportara una solución, cuando en
realidad aportan un problema.
La democracia exige responsabilidad, como dice el adagio
popular, “que el mono debe saber, en que palo trepa”, esa sabiduría significa
reconocer cuando una aspiración es legítima o cuando simplemente es una ilusión
personal sin respaldo ciudadano.
El tiempo se nos está acabando y debemos actuar ya. El
país no está para experimentos con 92 voces opinando al tiempo mientras las
verdaderas decisiones se diluyen en asambleas imposibles. La presidencia de la República es demasiado
seria para convertirla en un laboratorio electoral o en un aviso de
oportunidades para quienes llegan tarde a la competencia. Hombres como Álvaro
Uribe Vélez solo aparecen cada 50 años.
La iniciativa de Abelardo De la Espriella como dijo Horacio Serpa: nos
suena, nos suena.



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