Por Julio Bahamon Vanegas
Estamos a escasos 25 días de
inscribir, oficialmente ante la Registraduría Nacional del Estado Civil, listas
de candidatos de los partidos o de movimientos con un número significativo de
ciudadanos, al Congreso de la República. Hay advertencias que deben hacerse a
tiempo, no para crear alarma, sino para evitar un desastre anunciado. Nuestro
partido en el Huila es uno de esos casos en los que la realidad obliga a hablar
con claridad: Si el partido no corrige el rumbo y no toma decisiones
estructurales, existe un riesgo altísimo de quedarse sin representación en el
Congreso.
Seis aspirantes se
inscribieron para buscar la curul: Felipe Trujillo Uribe, exconcejal de Neiva;
Jaime Felipe Losada Polanco, exrepresentante a la Cámara; Tatiana Méndez,
exdiputada, y tres distinguidos ciudadanos que, en términos políticos, son
completamente desconocidos para la mayoría de la ciudadanía. El problema
central no es la cantidad de aspirantes, sino la ausencia de armonía entre
ellos y más aún, si personas ajenas dejamos de interferir en un entendimiento,
que se podría dar entre ellos, si se lo permitimos avanzaremos mucho. Mi
propuesta es que debemos dejarlos solos para que traten de llegar a un consenso
entre, al menos, cuatro de ellos. Las matemáticas electorales son implacables.
Los números no mienten: para obtener una curul para la Cámara de Representantes
en el Huila se necesita un umbral cercano a los 55 mil votos. ¿En dónde están
esos votos? ¿Los pueden alcanzar?
En una lista abierta, los que
más votos podrían aportar serían, el Dr. Jaime Felipe Losada, no por coyuntura
sino por la experiencia acumulada, y el Dr. Felipe Trujillo, que tiene historia
y bases locales propias y un nombre reconocido. Tatiana Méndez podría sumar,
aunque por debajo de los dos anteriores. El cuarto integrante, con todo
respeto, es una incógnita total. Si hacemos la proyección individual de cada
uno, la conclusión es complicada: ninguno alcanza por sí mismo, y entre todos
tampoco suman lo suficiente para superar el umbral. Las diferencias que han
aflorado, la interferencia externa que los ha afectado, hace que la militancia
uribista los vea con desconfianza por los ruidos causados, que han fragmentado
el respaldo natural que pudiera tener el partido. Pero hay una salida. Una sola
y estamos a tiempo: Cerrar la lista. Poner por encima de los nombres el destino
del partido y apostarle a la unidad como mecanismo de supervivencia electoral.
Una lista cerrada permitiría que la campaña se concentre en un mensaje único:
votar por el logo, votar por el proyecto, votar por la identidad ideológica y
el legado del fundador del partido, el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Si la lista permanece abierta,
las diferencias harán que cada uno saque apenas un pequeño resultado. Si se
cierra, la sumatoria se vuelve automática y la marca (LOGO) se convierta en
verdadero motor electoral. Esta columna es un ruego político a los candidatos:
pónganse de acuerdo, entierren los egos, cierren la lista y propónganles esa
fórmula a las directivas nacionales. La política, señores candidatos no se hace
para una sola elección. Tengan eso en sus cuentas.



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