Sobre la reciente emergencia en la quebrada
El Cedro y la disonancia entre la opinión pública y la ciencia documentada.
Autor: Luis Felipe Narváez
Docente Universidad Surcolombiana
Mientras viajaba a mi clase universitaria, la radio
sintonizaba el pánico local. Con la emergencia de la quebrada El Cedro, una
fauna de "especialistas" en ingeniería hidráulica—desde periodistas,
funcionarios públicos hasta candidatos políticos—había emergido súbitamente.
En el dial, un coro de funcionarios y
comentaristas debatía las "políticas de contingencia". El foco era un
plan de emergencia para prevenir derrames de hidrocarburos de los vehículos que
transitan la vía adyacente al afluente, el mismo que alimenta la bocatoma del
acueducto de Empitalito. Todos, al parecer, eran expertos. Proponían planes con
absoluta seguridad, seguidos de una sopa de letras burocrática—ANI, CAM, UNGRD,
DNP—casi indescifrable.
La táctica es familiar. El uso de jerga
tecnocrática recuerda al argumento de Chomsky (2002) sobre cómo esta sirve para
marginar al público, volviéndolo irrelevante—ya sea por ignorancia o por
inoperancia inducida—frente a las decisiones de la "clase
especializada". Esto genera lo que en psicología se conoce como disonancia
cognitiva: la tensión o incomodidad mental que sentimos cuando nuestras
creencias (ej. "las autoridades nos protegen") chocan con una nueva
información (ej. "el debate es incomprensible y la solución parece
simple"). Para reducir esa tensión, es más fácil ignorar la nueva información
que cuestionar nuestra creencia inicial.
Es un fenómeno común en Colombia. Cuando la
selección de fútbol juega, todos somos directores técnicos. Cuando un político
enferma, somos expertos en medicina. En tiempos de conflicto interno,
estrategas militares. Quizás esa misma seguridad en la elocución exime al
hablante de la responsabilidad de estudiar o, al menos, de leer con mesura los
estudios serios.
Cambié el dial. La ironía de este despliegue de
experticia es que la solución no requiere nuevos genios, sino una simple
consulta bibliográfica. La estridencia del debate es inversamente proporcional
al conocimiento exhibido. Existen estudios publicados que los
"opinadores" de turno, al parecer, no han consultado.
Lo que sigue no es opinión, sino una síntesis de
lo que la ciencia ha documentado durante décadas: la quebrada El Cedro fluye
directamente sobre una falla geológica activa (tiene movimiento permanente). No
es una fractura menor; es parte del Sistema de Fallas de Algeciras (SFA), una
de las estructuras tectónicas más significativas del país (Gómez-Hurtado et
al., 2022; Velandia et al., 2005).
Los debates sobre "contingencia" para
derrames de petróleo, aunque necesarios, ignoran el riesgo existencial. Están
diseñando meticulosamente las cortinas de una casa que se asienta sobre un
abismo. Ningún plan de emergencia vial evitará que la captación de agua sea
destruida por un sismo severo y la formación de riesgos de una avalancha sobre
la misma Bocatoma Empitalito. Dada la superficialidad del debate, uno casi
esperaría que la siguiente propuesta fuera "reubicar la falla
geológica".
Como he mencionado en otros artículos, esta
negligencia ignora advertencias formales. El diagnóstico del Plan de
Ordenamiento Territorial (POT) de 2001, elaborado por la Universidad Nacional
de Colombia, ya identificaba los riesgos de la zona y recomendaba el deber de
trasladar la bocatoma (Universidad Nacional de Colombia, 2001).
Un llamado a la cordura—y a la lectura—es
necesario. La consulta de estos estudios, algunos disponibles desde hace
décadas (p. ej., Orrego & Sarria, 1986), quizás inspiraría más humildad
intelectual en el discurso público. Menos grandilocuencia, menos acrónimos
ininteligibles y, quizás, argumentos más sensatos orientados a un cambio social
real.
En una nota personal, admito que durante las
protestas ciudadanas de 2013, centradas en el riesgo de vertimientos por la
carretera, si bien conocíamos de la existencia de la Falla Pitalito,
ignorábamos que de ella se desprendía la Falla El Cedro, y que su vértice de
encuentro se ubica precisamente donde hoy está la bocatoma de Empitalito,
elevando exponencialmente el peligro geológico. De haber consultado esa
información adicional, la demanda racional no habría sido solo de contingencia,
sino de reubicación inmediata.
Referencias Bibliográficas
- Chomsky, N. (2002). El control de los medios:
Los espectaculares logros de la propaganda [Título original: Media control: The
spectacular achievements of propaganda] (2ª ed.). Seven Stories Press.
- Gómez-Hurtado, L. F., Aguirre-Hoyos, A. M.,
Fonseca-Peralta, H. A., Idárraga-García, J., Audemard, F. A., Osorio, J. A.,
... & Vargas, C. (Eds.). (2022).
Neotectónica y paleosismología de la Falla de
Algeciras, Huila, Colombia.
Servicio Geológico Colombiano.
https://libros.sgc.gov.co/index.php/editorial/catalog/book/96
- Orrego, A., & Sarria, A. (Eds.). (1986). El
sismo de Popayán. Ingeominas.
- Universidad Nacional de Colombia, Facultad de
Artes, Oficina de Proyectos. (2001). Plan Básico de Ordenamiento Territorial,
Pitalito Huila - Documento Diagnóstico. Municipio de Pitalito.
- Velandia, F., Acosta, J., Terraza, R., &
Villegas, H. (2005). El movimiento tectónico actual de los Andes del Norte a lo
largo del Sistema de Fallas de Algeciras en el Suroccidente de Colombia.



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