La
incursión armada a la Emisora Radio Sur por un comando especial del M-19 es un
evento que ha querido borrarse de la memoria de los laboyanos, pero es un hito
de los años 80 en Pitalito. En una acción que no dejó heridos ni muertos,
cuatro combatientes de esta guerrilla asestaron un golpe que desafió a la
opinión pública y marcó el inicio de sus acciones ofensivas en el sur de Huila.
POR
HUGO MAURICIO FERNÁNDEZ BARON
Un
atardecer asombroso conspiraba en Pitalito ese día peregrino de 1980. Así lo
recuerda Betulia Silva, quien a esa hora iniciaba su turno de 6 de la tarde a
10 de la noche a cargo del master de la emisora Radio Sur. “Las calles estaban
más solas que de costumbre. Algunos negocios del centro ya estaban cerrados.
Era como si la gente se hubiese anticipado o supiera que algo raro iba a
suceder”. Entonces Betulia, antes de escalar hasta el tercer piso del edificio
ubicado en la carrera 4 con nomenclaturas 7-22, sacudió la cabeza para
ahuyentar los malos presagios. Cuando estuvo sentada frente al control y su
compañero, el locutor Rafael, le dio la señal, eligió el disco reciente de ABBA
para dar inicio al programa musical y dejó que el acetato girara en el
tocadiscos. “Son las 6 de la tarde en punto en Pitalito y en todo el territorio
nacional, les damos la bienvenida a todos nuestros radioescuchas del sur a su
programa ´Los éxitos del momento´, a partir de ahora disfrutaremos 60 minutos
con la mejor música romántica”, saludó el locutor a la audiencia laboyana que a
esa hora estaba en sintonía y dejó que continuaran las aflautadas voces
españolas.
La
placidez melancólica del ritmo y la letra de
“Chiquitita”, dentro del estudio, fue amputada por la irrupción de
cuatro hombres armados que los amenazaron con un tono destemplado detrás de las
cachuchas, medias veladas y pañoletas con las que cubrían sus rostros. Eran los
combatientes del M-19 alias ´Hugo´, líder de la operación, el legendario
´Facundo, -quien participó en el secuestro de Álvaro Gómez y la acción del
avión de Aeropesca que trajo las armas que Gadafi envió al M-19 desde Libia y
aterrizó en el río Orteguaza donde todavía está incrustada la cola de la
nave-, ´Nacho´y ´Baltasar´, quienes
hacía unos segundos se habían tapado las cabezas y vestido con sudaderas en el
primer piso, previo a trepar a la emisora. “…En tus ojos hay una sombra de gran
pena”, decía el coro dulce que sonaba en los transmisores de los laboyanos,
mientras los ojos de Betulia no daban crédito a lo que sucedía. “Somos
guerrilleros del M-19. Aquí no les va a pasar nada si ustedes colaboran.
Necesitamos que pongan a sonar este casete o la llevan con nosotros”, fue la
orden que dio la voz aguardentosa de ´Hugo´, mientras le alcanzaba el casete a
Betulia, quien lo introdujo temblorosa en la grabadora que conectó al master y
antes de que terminara “Chiquitita”, hundió el botón de play y se desvaneció.
El
polvorete
Lo
que Betulia no pudo escuchar mientras estaba desmayada fue la música y letra de
El polvorete interpretada por Lisandro Mesa y su Conjunto, que daba inicio a la
grabación como un desafío a una emisora que se erigió en su momento como
aparato ideológico del Partido Conservador en Pitalito, desde su fundación en
1963, en cabeza de su propietario el Representante a la Cámara Manuel Castro
Tovar y el beneplácito de la Iglesia Católica, quienes controlaban que la
música que se emitía por este dial no llevara mensajes eróticos. Así que
después de “El polvorete”, que era una estrategia de tiempo y atención, los
radioescuchas que a esa hora esperaban una hora de baladas y boleros,
continuaron sorprendidos segundos después con la solemnidad del Himno Nacional
y más aún cuando oyeron las arengas de cuatro o cinco voces, entre ellas la de
una mujer, que gritaban con furor: “Con el pueblo y con las armas al poder.
Viva el M-19” para darle paso a las palabras del médico Carlos Toledo Plata,
quien informaba al pueblo la decisión irreversible de esta guerrilla de no
entregar las armas y arengaba sobre la legitimidad de la lucha revolucionaria
que había reafirmado la VII Conferencia Nacional realizada meses atrás en
1979. Pese a esto, Toledo Plata fue
asesinado el 10 de agosto de 1984 después de haber recibido la amnistía del
presidente Betancur.
El
mismo año del asesinato del médico, cofundador del M-19, esta guerrilla firmó
con el gobierno del presidente ´poeta´ los denominados Acuerdos de Corinto, en
los cuales las partes firmantes se comprometían a un cese bilateral del fuego y
la búsqueda conjunta de una salida política al conflicto armado. Sin embargo,
los acuerdos de Corinto se quebrantan tras un atentado a Antonio Navarro Wolff.
La ruptura de los acuerdos recrudece el conflicto entre el grupo guerrillero y
el gobierno por falta de una verificación eficaz, incumplimiento generalizado
de la tregua y muchos asesinatos políticos. El epílogo sangriento fue el
holocausto del Palacio de Justicia en 1985 y el exterminio de la Unión
Patriótica. Así las cosas, hasta mediados de 1988, el gobierno de Virgilio
Barco emprendió un proceso de paz con el M-19. Luego se expidió la Ley de
Amnistía 77 de 1989, y en marzo de 1990 este grupo guerrillero dejó sus armas y
se convirtió en una organización política que hubiera podido llegar a la
presidencia de Colombia si los enemigos de la paz no perpetran el magnicidio de
Pizarro.
No
dejemos que la culebra se muerda la cola. La Ley de Amnistía en la actual
implementación del acuerdo de paz con las Farc, aprobada en diciembre de 2016,
establece que los guerrilleros de esta organización que pueden ser objeto de
amnistía son aquellos acusados únicamente de rebelión o delitos conexos y
excluye a quienes estén vinculados a crímenes de sangre. Después de varios
meses de sancionada esta ley los primeros miembros de la guerrilla recuperaron
su libertad. Con el paz y salvo y limpios de cualquier proceso penal, 52 miembros
de las Farc han salido de las cárceles del país. Sin embargo, Rodrigo Londoño,
alias Timochenko, denunció el 20 de junio de este año el asesinato del
guerrillero Rigoberto Quezada en una zona rural del departamento del Caquetá,
cuando visitaba a su familia tras recibir la amnistía. En abril, las Farc
alertaron del asesinato de otro guerrillero, en este caso en el municipio de
Tumaco, Nariño, luego de ser amnistiado. Esta mañana el Comandante del Bloque
Sur Ramiro Durán, denunció públicamente las amenazas que contra él y su familia
ha recibido vía celular en la ciudad de Neiva. Aquí, es necesario insistir en
la responsabilidad que tiene el Estado de garantizar la seguridad de los
reinsertados y combatir el accionar del paramilitarismo para que la historia no
se repita.
“La
guerrilla se tomó Pitalito”
Cuando
Betulia volvió en sí, estaba amarrada de pies y manos. Los grafitis con las
consignas del M-19 ocupaban todos los rincones de las paredes: ¡Viva el M 19!
¡Viva la lucha revolucionaria! ¡Viva la unidad revolucionaria! ¡Con el pueblo,
con las armas, al poder! ¡Bolívar, tu espada en pie de lucha, ayer, hoy y
siempre! Con esfuerzo, logró zafar sus manos, se desamarró los pies y acudió en
auxilio de Rafael, quien también estaba atado. En la calle, la policía ya había
rodeado el lugar y los uniformados apuntaban sus armas hacia el edificio
creyendo que los guerrilleros se encontraban allí todavía. Gritando que no los
fueran a matar y sin importarles que el micrófono de la estación quedara
abierto, ambos corrieron hasta la terraza del edificio, pues la puerta había
sido cerrada con candado, y en un acto desesperado, Betulia se arrojó hacia el
segundo piso de la casa contigua donde funcionaba la Caja Agraria, mientras las
balas de la policía retumbaban en el eco de los radios de los laboyanos que a
esa hora, a todo volumen, sintonizaban alarmados la emisora. “La guerrilla se
tomó Pitalito”, fue la verdad errada que se escuchó a voces por todo el pueblo.
Betulia
herida, con el brazo izquierdo fracturado, gritaba por su vida y elevaba
oraciones al cielo. Rafael la recogió del piso y como pudo la arrastró hasta un
rincón de la casona, que a esa hora estaba en penumbras, donde pudieron
esconderse mientras cesaba, lo que ellos suponían era un combate entre la
policía y los guerrilleros. Por su parte, minutos antes de la llegada de la
policía, los cuatro hombres antes de salir caminando tranquilamente del
edificio de Radio Sur, se quitaron las sudaderas y los trapos que los cubrían,
los echaron en un costal junto a las tres pistolas y el cuchillo con el que
ejecutaron el asalto y se lo entregaron a un hombre que aguardaba en bicicleta
frente a la puerta de la emisora. Cada uno por una ruta diferente se perdió
entre las calles de Pitalito, donde las familias de bien que a esa hora
sintonizaban en sus radios la emisora Radio Sur, escuchaban con escándalo el
coro impertinente del “racatapunchinchín él se sacude”. Una canción apropiada
para el desafío subversivo y el tiempo justo de escape que los cuatro
necesitaban.
Sobrevivientes
de la guerra
Afortunadamente,
Betulia Silva y Rafael Santos sobrevivieron a esa insólita toma guerrillera y
el peligro que significó la confusión que generó los micrófonos abiertos y la
torpeza cándida de la policía. Esa noche, después de más de una hora de
disparos y advertencias con megáfonos, donde la policía prometía respetar las
vidas de los rebeldes si se entregaban con las manos en alto, los mismos que
provocaron el caos y a quienes los uniformados presumían combatir, regresaron
en su ayuda. ´Facundo´ y ´Hugo´, que habían sintonizado la emisora apenas
llegaron a sus respectivos escondites, alcanzaron a escuchar las últimas
palabras del discurso de su comandante Toledo Plata y minutos después el eco de
las amenazas y disparos. Sin ponerse de acuerdo se encontraron en el parque
central, donde la gente curiosa estaba aglomerada. Se miraron y con una señal
se acercaron cada uno por su lado hasta donde estaba la policía y cuando
Facundo reconoció al sargento Puentes le dijo: “Sargento, no siga disparando a
la emisora que allá no hay nadie, van a matar a los pobres locutores”. Sin
inmutarse, el sargento le increpó, “¿y usted cómo sabe?”, “y a usted qué le
importa”, escupió Facundo y se escabulló entre la gente. La noticia tuvo
revuelo nacional gracias a que Teófilo Carvajal, corresponsal de El Tiempo,
envió su nota confiado en el parte de la policía y el titular ponderó un falso
positivo: 12 guerrilleros del M-19 acorralados en Pitalito.
Contra
todas las posibilidades de un país excluyente, que parece no perdonar la
rebeldía, y en un municipio de tradición conservadora como Pitalito, ´Facundo´,
´Hugo´, ´Nacho´ y ´Baltasar´ no sólo sobrevivieron a la guerra, sino que
todavía dos de ellos llevan una vida tranquila en el Valle de Laboyos. El único
que no vive en Colombia es ´Baltasar´, quien es profesor y reside actualmente
en Suiza. Mientras tanto, ´Nacho´, es rector de un colegio en Pitalito y
´Hugo´, ejerce como abogado, fue concejal del municipio y sigue siendo un arduo
defensor de los derechos humanos. Ellos, y muchos otros ex combatientes, son
una prueba viviente de que podemos vivir en paz. Prácticas históricas como la
negación del interlocutor, la descalificación y la eliminación física del
adversario deben ser reemplazadas por la confrontación de argumentos, la
deliberación, el acogimiento a las reglas y las decisiones democráticas. El
poder para transformar este país ya no reside en la fortaleza de los ejércitos
sino en la creatividad de todos los colombianos que, de una u otro forma,
también somos sobrevivientes de la guerra.
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