Debemos cerrar filas alrededor del candidato de derecha que supera a los demás, en este caso, en particular, apoyar al Dr. Abelardo de La Espriella, Uribista confeso, y en esa decisión no nos equivocaremos, aceptando que Cepeda es un peligro real.
Por Julio Bahamon Vanegas
Que nos puede llevar a definir
la elección del presidente de Colombia. Según las últimas mediciones del Centro
Nacional de Consultoría, muestran un panorama que, más que sorprender, obligan a
la reflexión estratégica.
El liderazgo del candidato de
la izquierda Iván Cepeda, en esta pesquisa, en la intención del voto, seguido
de cerca por la vertiginosa irrupción de Abelardo De la Espriella con su
eslogan “Firmes por la Patria”, configura un escenario donde la política
colombiana se juega algo mucho más importante que una competencia individual:
La supervivencia de un proyecto democrático capaz de equilibrar el debate
nacional. Los demás candidatos, aunque respetables, aparecen con porcentajes que
no les permiten ubicarse entre los primeros lugares. Entre los candidatos
asociados a nuestro partido Centro Democrático, Miguel Uribe Londoño encabeza,
pero a una distancia considerable de los dos que van adelante: Cepeda y De la
Espriella.
Ante esta realidad, que nos
preocupa, surge una pregunta inevitable: ¿Qué sentido tiene insistir en
aspiraciones, en sostener unas candidaturas sin opción real, cuando la
fragmentación, o lo que llamo, la división creadora, puede definir una victoria
para la derecha? Lo contrario, es decir, cuando los candidatos de un mismo
sector, o partido, mantienen sus campañas a pesar de no alcanzar umbrales
significativos, el resultado es siempre el mismo, la dispersión de la
militancia, el debilitamiento y la entrega de la opción de poder al adversario
mejor posicionado. Esa figura la conocemos en la política, como la del elector
que, con miedo, se acerca al árbol que mejor sombra da.
Por esa razón y muchas otras
más, desde hace meses vengo proponiendo que quienes no superen el 10% de opinión
se retiren y así veremos los efectos inmediatos positivos. Ese acto de
responsabilidad permitirá concentrar el voto en el candidato competitivo,
además de las estructuras de sus campañas, liderazgos en las regiones y un
mensaje claro de responsabilidad democrática que el país les entenderá. La otra
ruta, la de la terquedad disfrazada de convicción, implica riesgos que ya
conocemos bien. En este momento, la opinión pública también cuenta y observa a
los líderes históricos que durante años han ordenado los debates y han trazado
el rumbo. El momento es crítico y exige grandeza y escuchar voces capaces de
orientar y de interpretar cifras para evitar que los egos individuales superen
las prioridades nacionales. Un error de cálculo nos puede costar una, o más
generaciones. Las divisiones internas debilitan al partido y fortalecen a
quienes llegan al poder por el efecto de la fragmentación.
Debemos cerrar filas alrededor
del candidato de derecha que supera a los demás, en este caso, en particular,
apoyar al Dr. Abelardo de La Espriella, Uribista confeso, y en esa decisión no
nos equivocaremos, aceptando que Cepeda es un peligro real. El desorden al
interior de los precandidatos de mi partido es altamente preocupante.



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