Por
Julio Bahamon
La
nueva crisis que estalló en el Centro Democrático por el desconocimiento de las
reglas del juego acordadas por los precandidatos presidenciales, de realizar a
cambio de una, dos encuestas, con empresas extranjeras, es en esencia, la
consagración del ego sobre la institucionalidad, de la conveniencia personal
sobre la palabra empeñada y una falta de respeto al liderazgo que dio origen al
partido. Los precandidatos no están jugando solos en el campo de la política.
Están representando a millones de ciudadanos que hacemos parte de la militancia
Uribista. El Uribismo ha trascendido al Centro Democrático, no lo duden.
¿Por
qué cambiaron las reglas a última hora?
Porque a algunas precandidatas no les
convenía competir bajo las que ellas mismas habían aceptado. Eso, en cualquier estructura política, es una
señal grave. El partido había definido un proceso: había foros, cronogramas, de
alguna forma muchos creímos en la transparencia, pero sobre todo había un
acuerdo político y moral. Pero ese acuerdo se hizo trizas cuando tres de los
precandidatos decidieron que las cifras no les favorecían. Entonces,
presionaron, a estas alturas, a las directivas nacionales para que el proceso
fuera rediseñado, intentando forzar un cambio que, a pesar de los “saltos y
brincos”, de las aspirantes, no obtendrán las cifras que esperan conseguir con
el deseo. ¿Cómo exigir después disciplina, cohesión, respeto por la norma o
acatamiento a los acuerdos dentro de los directorios departamentales y
municipales?, ¿cómo pedirle a un candidato en el Huila, o en cualquier otro
lugar de Colombia, que respeten los procesos, si el ejemplo desde arriba es
exactamente lo contrario?
Lo
más indignante para la militancia, además del cambio de reglas, lo es también,
la actitud desafiante hacia Álvaro Uribe, el hombre cuyo liderazgo dio vida al
partido que les brindó la oportunidad de ser sus precandidatos presidenciales.
Es el mensaje más dañino de todos. Porque un partido que pierde la línea de su
fundador pierde el norte y pierde el alma.
¿Cómo
van a pedir confianza para gobernar Colombia si dentro de su partido no
respetan procesos, no aceptan cifras y no son capaces de deponer sus ambiciones
a un interés superior?
En
esas circunstancias, resulta evidente que el Uribismo auténtico, ese que no
necesita apellidos encontrara su cauce natural en la candidatura del Dr.
Abelardo de La Espriella porque representa la claridad, la línea dura, vertical
y coherente que millones de colombianos identificamos como la esencia del
proyecto que fundo Álvaro Uribe Vélez.
Por
la confusión que se ha generado y las disputas internas, centenares de miles de
ciudadanos encontramos en Abelardo de La Espriella, como humildes militantes de
la causa democrática, gústele o no a algunos sectores del partido, la voz que
representa hoy el legado de Álvaro Uribe.



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