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viernes, 25 de julio de 2025

EL MACIZO COLOMBIANO: LA FUENTE DE AGUA DEL PAÍS QUE AGONIZA ANTE LA INDIFERENCIA INSTITUCIONAL.

  

POR WILFRED TRUJILLO TRUJILLO

 

El Macizo Colombiano, también conocido como el Nudo de Almaguer, es mucho más que un accidente geográfico: es la columna vertebral hídrica, ecológica y cultural de Colombia. En su inmensa complejidad natural nacen cinco de los principales ríos del país: el Magdalena, el Cauca, el Patía, el Putumayo y el Caquetá. Por esta razón, y con toda justicia, se le ha llamado “la fábrica de agua del mundo”. Su riqueza biológica es inigualable: concentra el 26,8% de los páramos de Colombia y el 13,4% de los páramos del planeta, alberga más de 360 lagunas y al menos 15 ecosistemas de alta montaña con biodiversidad endémica. Fue declarado Reserva de la Biósfera por la UNESCO en 1978 y es uno de los territorios más estratégicos para el futuro ambiental del país.


Pero mientras su valor ecológico es indiscutible, la situación que hoy atraviesa es profundamente alarmante. En las últimas dos décadas, el Macizo ha perdido cerca de 500.000 hectáreas de bosque, más del 50% de su cobertura original, como consecuencia de la deforestación, la expansión de la frontera agropecuaria, la minería y el crecimiento urbano sin control. El equilibrio hídrico, climático y social de este territorio está en juego. Y lo más grave: aún no hemos logrado una articulación institucional sólida que permita enfrentar de manera estructural esta emergencia silenciosa.


Esta degradación ha puesto en peligro a numerosas especies de flora y fauna que habitan en el Macizo Colombiano. Entre las especies animales más representativas se encuentran el oso de anteojos, el puma, la danta de montaña y el cóndor de los Andes, todas con algún nivel de amenaza; la pérdida de su hábitat natural fragmenta los corredores biológicos que necesitan para alimentarse, reproducirse y migrar, dejándolos aislados y más vulnerables a la extinción. En cuanto a la flora, especies emblemáticas como el roble negro, la palma de cera y una diversidad de orquídeas endémicas se enfrentan a riesgos crecientes por la pérdida acelerada de hábitat, debido a la tala indiscriminada y a los cambios en las condiciones del suelo y del microclima que provoca la deforestación.


Según registros del Instituto Humboldt y del Sistema de Información sobre Biodiversidad (SiB Colombia), el Macizo Colombiano alberga más de 3.000 especies de plantas, muchas de ellas aún sin clasificar, y al menos 200 especies de aves, algunas únicas de este territorio. Cada hectárea que se tala no solo significa la pérdida de cobertura vegetal: arrasa también con la vida que allí se refugia, interrumpe ciclos ecológicos esenciales, como la polinización, la regulación hídrica y la formación de suelos fértiles, y destruye la memoria genética de un ecosistema considerado uno de los más biodiversos del planeta. La deforestación no es solo un impacto local; genera un efecto en cadena que compromete el equilibrio ambiental de toda la región andina y amenaza la calidad de vida de las comunidades que dependen de estos recursos.


En este panorama, el departamento del Huila juega un papel decisivo. No solo porque una parte significativa del Macizo Colombiano se encuentra en su territorio, sino porque ha sido pionero en la implementación de políticas públicas ambientales a nivel regional. Desde la Gobernación y la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM) se han impulsado múltiples programas orientados a la adaptación y mitigación frente al cambio climático, entre ellos el “Plan Departamental de Adaptación al Cambio Climático” que busca reducir la vulnerabilidad de los ecosistemas y de las comunidades rurales ante fenómenos como la variabilidad de lluvias, las sequías y los incendios forestales, y proyectos de conservación de páramos en los complejos de Sotará, Guanacas-Puracé-Coconuco y Nevado del Huila-Moras, donde se concentra gran parte de la biodiversidad y de los nacimientos de agua del departamento, todos con más del 90% de cobertura bajo figuras de protección, ya sea como áreas de reserva, parques nacionales o zonas de manejo especial.


La reconversión productiva con sistemas silvopastoriles, huertas agroecológicas y acuerdos de conservación con comunidades campesinas e indígenas ha sido ejemplo para otros departamentos. Igualmente, iniciativas como los proyectos REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques) han permitido vincular a la cooperación internacional en el sostenimiento de los ecosistemas huilenses.


Sin embargo, todos estos esfuerzos aún son insuficientes si no existe un liderazgo colectivo que los articule y los proyecte en una visión común. Por eso resulta urgente y necesario reactivar la Asociación de Municipios del Macizo Colombiano (ASOMAC), conformada por municipios de los departamentos de Nariño, Cauca y Huila. Esta asociación no debe ser vista como una entidad más, sino como una plataforma viva, territorial, que conecte los intereses locales con las agendas nacionales e internacionales. Su misión debe ser la de recuperar el sentido estratégico del Macizo, promover políticas sostenibles de desarrollo rural, garantizar la continuidad del CONPES 3915 de 2018 y hacer de este territorio una prioridad transversal en los planes de gobierno de los municipios y departamentos que lo integran.


La implementación del CONPES 3915 estableció una hoja de ruta clara: proteger y restaurar los ecosistemas del Macizo, promover economías sostenibles y fortalecer las capacidades institucionales. Pero esto no puede quedarse en el papel. Requiere seguimiento, financiación, voluntad política y una ciudadanía activa que vigile y exija resultados. La región del Macizo clama por inversión en educación ambiental, en producción limpia, en ordenamiento territorial alrededor del agua, en ciencia y tecnología adaptada al cambio climático. Necesita también una narrativa que dignifique el territorio, que lo vea no como una zona de sacrificio, sino como un espacio de vida, de cultura y de oportunidad.


Desde mi responsabilidad como diputado del Huila, me uno a este llamado con firmeza. El Macizo es una prioridad inaplazable para nuestro departamento. Estoy convencido de que no podremos hablar de sostenibilidad ni de justicia territorial si no ponemos este ecosistema en el centro de las decisiones políticas, presupuestales y sociales. La protección del Macizo no puede seguir dependiendo exclusivamente de la voluntad de unas pocas instituciones o de proyectos fragmentados: requiere una visión de largo plazo, con inversiones concretas y articuladas entre todos los niveles de gobierno.


Por eso, invito a los alcaldes de los municipios huilenses del Macizo, a las autoridades ambientales, a la academia, a las organizaciones sociales, a las comunidades rurales e indígenas, y a los ciudadanos conscientes, a que avancemos hacia una gran alianza regional por la vida. Una alianza que trascienda las administraciones de turno, que fortalezca las capacidades locales y que defienda el agua, los bosques y la biodiversidad como bienes comunes sagrados. La reactivación de ASOMAC debe ser entendida no solo como un compromiso administrativo, sino como una oportunidad histórica para reorientar el desarrollo de nuestros territorios con enfoque ambiental, social y cultural. Que esta asociación vuelva a ser una voz colectiva, una instancia de coordinación y una herramienta efectiva de gestión y transformación en defensa del Macizo Colombiano.


El Macizo clama por acciones y decisiones reales, por liderazgos que no titubeen. No hacerlo sería condenar a Colombia a una sequía ecológica y social sin retorno.

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