En una completa olla, punto de encuentro para consumidores, marihuaneros, expendedores de alucinógenos, y atracadores, se ha convertido el antiguo cementerio de la ciudad de Pitalito, que es de propiedad de la Parroquia San Antonio, pero que ha dejado su administración al garete, a la suerte de los delincuentes, quienes aprovechando el abandono se lo han tomado.
Ir a esas instalaciones es un completo peligro, cuestión de valientes, que no se niegan a
abandonar la memoria de sus seres queridos. Quienes van a visitar a sus familiares,
cuyos despojos mortales allí reposan, lo hacen bajo su cuenta y riesgo, con la zozobra de no encontrarse a los amigos de lo ajeno, agentes del crimen y los generadores de la inseguridad.
Por lo regular
el Campo Santo permanece cerrado, para ingresar se hace por
la parte de atrás, esquina de
una vivienda a medio construir, allí se abre paso un camino por entre monte y matorrales que llega al interior, para visitar
las bóvedas y los restos que descansan en tierra.
Es común ver
varios sujetos, mal encarados, muchos vestidos con harapos, reunidos en la que
fuera la capilla, donde por años celebraron las eucaristías para los
santos difuntos. El altar que fue para Dios, se lo han dejado
al diablo para que haga lo que le dé la gana, en ese sitio no hay respeto
por la muerte, por estos días no hay ni Dios ni ley.
Las personas que visitan a sus
familiares, para rezarles, limpiarles la tumba, y dejarles flores como agradecimiento tras su paso por esta vida, y se reencuentran con ese ser querido que ya está en el plano astral o espiritual.
Al entrar o salir de dichas instalaciones, son abordados por una jauría de antisociales que están al asecho, y bajo amenazas,
con arma blanca o de fuego, despojan a las víctimas de los objetos de valor y dinero
que llevan con ellos, es entonces cuando el anhelo de visitar a un familiar
muerto se convierte en una tragedia.
Cuentan que por la soledad y la inseguridad que reina en el lugar, es el sitio perfecto para cobrar extorsiones por el rescate de motocicletas, muchos de los que han sido objeto del robo, son contactados por los atracadores y después de fijar el precio de la devolución del vehículo, en el cementerio se encuentran para hacer el intercambio, recibir dinero y devolver la moto, dichos actos delincuenciales también ocurren en el cementerio del centro poblado de Guacacallo.
Profanación
Por la
falta de seguridad y de cuidado, este cementerio también es visitado por
practicantes del ocultismo y la brujería, para realizar allí sus rituales, es común
encontrar velas encendidas, tumbas partidas, otras fueron removidas, llevar la tierra usada en sus trabajos para matar, atormentar, o arruinar a una persona.
Por 700.000 mil pesos hay brujos que hacen muñecos, con el nombre de la persona, una fotografía, activados por algunos rituales y oraciones para enterrar viva a la persona que le hacen el trabajo.
El brujo lleva los elementos, que son depositados en un ataúd con el cuerpo de persona muerta que allí se encuentre, a quien le es asignada la misión de acabar con la vida de la víctima reflejada en el muñeco, la fotografía, el nombre completo, todo afianzado con alfileres.
En cuestión de meses la persona se enferma, se empieza a enflacar y se muere, muchas veces lo hacen por venganza, o simplemente porque quieren que esa persona fallezca para quedarse con sus propiedades.
Hay muchas tumbas con huecos, presuntamente usadas para esos maléficos fines.
Cementerio abandonado
El monte, la maleza se
han tomado el cementerio, es dificultoso caminar, dar con el paradero de las tumbas, inclusive hay algunos árboles
que fueron tumbados al parecer por un vendaval, y sus troncos se encuentran en
medio del predio aplastando tumbas y cruces.
Aunque se han hecho jornadas de ornato y embellecimiento por parte de grupos medioambientalistas, estas no se efectúan periódicamente, jornadas que son fundamentales para mantener el cementerio en las mejores condiciones posibles, controlando la maleza, y el pasto que ha nacido por todo lado.
El nuevo alcalde de Pitalito, Yider Luna, tiene como una de sus prioridades, la puesta en funcionamiento de un cementerio público, ojalá también se preocupe por la recuperación del antiguo Campo Santo, como un tributo a quienes allí reposan. Junto con la parroquia de San Antonio, los grupos organizados, las autoridades de Policía, y la comunidad en general le metan la mano, ojalá se contrate un vigilante, con las autoridades se coordinen rondas periódicas, contraten el cerramiento, efectúen jornadas de ornato y embellecimiento, vuelvan a realizar las eucaristías, que de gusto y no miedo ir a visitar a nuestros seres queridos.
No hay nada más triste que un pueblo sin memoria, donde nuestros muertos, los consumió el olvido.
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