Por Julio Bahamon Vanegas
Debemos tener claro que las elecciones del año entrante no serán una contienda más. La inmensa mayoría de seguidores de Álvaro Uribe, junto con otras fuerzas de la derecha, y los independientes que sienten en su corazón la necesidad de mover la brújula de la política hacia este lado, le estamos apostando a la candidatura a la presidencia del Dr. Abelardo de la Espriella porque entendemos que no vamos a elegir simplemente entre dos candidatos, sino entre dos modelos de país, dos lecturas de la democracia y dos candidatos opuestos diametralmente, en estos momentos críticos e históricos que vive el país.
De un lado, Abelardo de La Espriella, abogado penalista, defensor del Estado de Derecho y voz visible de la derecha institucional que propone orden, autoridad y respeto por la Constitución. Del otro, Iván Cepeda, senador y vocero de la izquierda radical, amigo de los narcoterroristas de Jesús Santrich e Iván Marques de las disidencias de las Farc, heredero de Gustavo Petro, que concibe el poder como instrumento para transformar estructuralmente al Estado.
La confrontación no podría ser más clara, que no admite medianías, ni ambigüedades.
La seguridad es hoy la principal angustia de millones de colombianos y marcará, sin duda, el debate. El Dr. De La Espriella plantea sin equívocos que no habrá derechos posibles, sin autoridad, ni paz, sin control territorial. En sus discursos cuestiona de frente la mal llamada “paz total”, señalando que el Estado no puede continuar cediendo legitimidad frente a los grupos narcoterroristas de las Farc, el ELN y demás organizaciones al margen de la ley. Cepeda, por el contrario, defiende la negociación, y las concesiones a los bandidos como vía prioritaria.
Institucionalmente, la distancia es aún mayor. Abelardo de La Espriella representa la defensa clásica de la separación de poderes, columna vertebral del Estado, la seguridad jurídica y la ley como límites del poder. Cepeda concibe la politización de las instituciones como herramienta de transformación política y el uso selectivo del aparato judicial.
El modelo económico también divide las aguas. De La Espriella le apuesta a la iniciativa privada, a la confianza inversionista, y a la estabilidad normativa como motores de empleo y del crecimiento del país. Cepeda defiende un Estado interventor, redistributivo y protagonista en sectores estratégicos, en concordancia con el legado económico de Gustavo Petro, hoy analizado por la ciudadanía como un gobierno sin resultados.
De la Espriella encarna la corrección de rumbo, el cierre del ciclo progresista Castro- Chavista y el retorno al orden institucional. Cepeda simboliza la continuidad del fallido proyecto de la izquierda, y el modelo que divide al país entre los que consideran que su acción podría transformar al país y quienes lo vemos como un riesgo para la democracia liberal. El año entrante se decidirá si el país quiere seguir en el experimento ideológico que prometió Petro y entrego poco, o si se decide por un modelo basado en la ley, la autoridad y libertades, por eso debemos comprender que, en el 2026, Colombia no elegirá un nombre, elegirá un nuevo rumbo para nuestra nación. Abelardo presidente.
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