Por Julio Bahamon Vanegas
En la historia política
colombiana, que debemos conocer, hay expresiones que, por su dureza, lograron
transcender por décadas, que nos sirven para recordarnos lo que no debe
repetirse.
Una de ellas es la célebre, y
temida, “disciplina para perros”, instaurada por el Dr. Laureano Eleuterio Gómez
Castro, jefe natural del Partido Conservador en los años 50. El Dr. Gómez
estructuro una maquinaria vertical donde la obediencia no era virtud, sino obligación, y la discrepancia era sinónimo de traición. Para la época no había
lugar a deliberación, ni consulta, ni debate, solo acatar órdenes. Sin espacios
para la crítica interna, sin procesos participativos y con una jerarquía que
decía quién podía hablar, quién podía aspirar y quienes deberían someterse.
Hoy, un siglo después, la
democracia colombiana enfrenta un problema similar y sorprendente, pero con
vestimenta más moderna: la dictadura de los avales. Y, la irresponsabilidad de
los partidos políticos. No sé quién se inventó esa fórmula de retroceso
inverosímil. Los avales, que en teoría deberían ser garantistas y serios, se
transformaron en la llave exclusiva del poder político. A lo que han recurrido
muchos políticos de los mismos partidos, a crear otros partidos escindidos de
los tradicionales, permitir que hoy haya más de 34 partidos políticos con
personería jurídica lo qué les concede el privilegio de tener candidatos a la
presidencia de la república, armar listas al congreso y negociar avales para
nutrir las arcas de esos partidos.
Hoy ocurre algo peor que en
tiempos de Laureano: Hoy no hay
democracia interna, no existe deliberación territorial con la gente, no se
convoca a las bases, ni a las comunidades, ni a la militancia y quien discrepa
simplemente queda por fuera. Las
comunidades apenas se enteran cuando los avales ya están repartidos
Las comunidades que antes se
reunían en asambleas populares, escuchaban propuestas, debatían y escogían por
votación mayoritaria aplicando el cociente electoral, están excluidas del
proceso. ¿Cómo pretenden los partidos que la gente vaya a respaldar unas listas
y/o candidaticos a la presidencia si jamás fueron convocados, escuchados o
tenidos en cuenta? Cuando los partidos renuncian a la democracia interna,
cuando cierran sus puertas a la ciudadanía, cuando reemplazan el debate por
órdenes e imposiciones, la política pierde su función social, se vuelve estéril,
rancia, corrosiva.
El país político necesita con
urgencia recuperar para la ciudadanía, asambleas territoriales presenciales,
transparencia en la entrega de los avales, mecanismos de consulta vinculante y
reglas del juego claras, y el sistema electoral depurar la política de tantos e
innecesarios partiditos de pacotilla. Hoy la disciplina para perros no se
pregona, pero se aplica, no se grita, pero se impone, no es pública, pero se
siente. Si no se corrige el rumbo, la
política va perdiendo el sabor, y la democracia agonizante comienza a sentir
que le llegó la hora de fallecer.



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