Por Julio Bahamon Vanegas
La reciente carta del Dr.
Abelardo de La Espriella dirigida al expresidente Álvaro Uribe marca un hito
dentro del debate sobre la estrategia presidencial del sector democrático para
2026; igualmente establece un recordatorio fundamental: la política seria se
hace con visión, no con improvisaciones.
Leyendo la misiva encuentra
uno una postura coherente, razonada y, sobre todo responsable frente al momento
político que atraviesa Colombia. En su documento, el candidato mayoritario con
justa razón renuncia a participar en una consulta interpartidista que, a la
hora de la verdad, no muestra ninguna utilidad, consenso ni viabilidad
electoral; esa actitud del Dr. De la Espriella es un acto de madurez
estratégica y de profundo respeto por el país.
La realidad salta a la vista:
varios de los precandidatos que están compitiendo, incluidas las tres del Centro
Democrático, no lograron consolidarse ni construir un proyecto nacional
competitivo. Pretender que una consulta con actores minoritarios genere un
liderazgo sólido para disputarle el poder a la izquierda radical es, en el
mejor de los casos una ilusión, y en el peor, un distractor que fractura y dispersa, esfuerzos.
La política se hace con votos,
con estructura y con liderazgo. Y hoy, quien ha demostrado tener ese respaldo
real es De la Espriella, refrendad por 4,8 millones de firmas, un capital político
que ningún otro precandidato puede siquiera aproximar. Insistir en una consulta
sería condenar al sector democrático a un desgaste innecesario, a un gasto
millonario que nos tocaría pagarlo a todo el país, y a un espectáculo de
vanidades que terminaría por debilitar la opción más fuerte.
La carta enviada al
expresidente Uribe es directa, respetuosa, firme y argumentada. No los
distancia, no rompe, sino que ordena la conversación y sobre todo, invita a la
dirigencia a sintonizarse con la realidad política.
El objetivo es simple, pero
exige trabajo y disciplina: ganar en primera vuelta, el 31 de mayo de 2026.
Para lograrlo, no se debe desviar energías en contiendas inocuas que solo
alimentan vanidades de unas cuantas y cuantos precandidatos sin opciones reales.
La unidad del país se
construye alrededor de quien puede ganar, de quien conecto con la ciudadanía y
de quien demostró capacidad para movilizar millones de colombianos sin utilizar
maquinarias, estipendios, ofertas, canonjías, o pesadas cargas partidistas que
se han convertido en lastres.
El Dr. De la Espriella hace
bien en no prestarse para una consulta inofensiva, una especie de agüitas
aromáticas: que, si se toman, no hacen daño, y si no, no se necesitan.
Colombia no está para ensayos.
Está para decisiones sensatas. Y el único camino, hoy, es respaldar a De la Espriella.



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