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viernes, 8 de agosto de 2025

CONCEJO DE PITALITO EN PODER DE LAS FARC

Antiguas instalaciones Concejo de la ciudad de Pitalito.


El episodio ocurrió en 1992, cuando cinco cabildantes laboyanos fueron llevados hasta las montañas del sur por las entonces Farc, con el objetivo de recibir información acerca de los orígenes de la organización armada y algunas advertencias políticas.

 

POR HUGO MAURICIO FERNÁNDEZ BARÓN

 

La presencia de las Farc en Pitalito en la década de los 90 estuvo marcada por las acciones militares del Frente 13 o ‘Cacica Gaitana’. Uno de tantos episodios de violencia que sufrieron los laboyanos fue la retención de cinco cabildantes de la duma municipal, a quienes el grupo rebelde tuvo en su poder durante tres días en las montañas de la vereda La Guajira, en el lugar conocido como Hueco Lindo, límites con el departamento del Cauca. El objetivo, asestar un golpe de opinión y aprovechar el despliegue noticioso para su propaganda.


Una cita muy particular


Eran las 4 de la mañana cuando, aquel viernes de 1992, el concejal de Laicos por Colombia en Pitalito, Alberto Zapata, llegó hasta el parque del Colegio La Presentación a cumplir una cita de mucha incertidumbre. Zapata, quien había sido contactado por un guerrillero en la oficina de la cooperativa de tenderos que lideraba, había recibido instrucciones precisas. Tenía que estar muy puntual en ese lugar donde sería contactado por otros hombres que lo llevarían hasta las lomas de del sur, donde lo aguardaba una excepcional reunión.


“El tipo que llegó hasta mi oficina me advirtió que, por mi seguridad, lo mejor era que cumpliera la cita y llevara fiambre y botas porque la caminada iba a ser muy larga”. Sin embargo, lo que no sabía Zapata era que cuatro más de sus compañeros concejales también habían sido requeridos por el grupo armado para la misma diligencia. Así que cuando reconoció en la misma esquina a Tito Pedraza, concejal por el Partido Liberal, quien estaba envuelto en una ruana, se acercó hasta él para confirmar su identidad y al reconocerse se preguntaron al tiempo, qué carajos estaban haciendo allí a esa hora.

 

El Comando Central se comunicó vía radio con los cinco concejales y las voces de Jacobo Arenas y Raúl Reyes se escucharon por el acatarrado artefacto, celebrando el cumplimiento de la insólita reunión.


Minutos después un automóvil Carpatti se detuvo en la esquina, la puerta se abrió y una voz del interior ordenó que se subieran al vehículo donde, para mayor asombro de los cabildantes, ya se encontraban los concejales Gabriel Parra y Humberto Carrillo del Partido Conservador, junto a Emiro Bravo del M-19. Luego de esperar por casi media hora la aparición de Adán Rodríguez, el sexto concejal que nunca llegó, el hombre que dio la orden desde el interior del vehículo le indicó al conductor que era el momento de subir hacia las lomas del sur por la vía a Palestina. Cuando llegaron a ese pueblo, sin ningún contratiempo, sortearon el retén de la policía y se detuvieron en la galería por algunas provisiones.


Luego de trasegar por varias horas en la carretera destapada, antes del atardecer llegaron hasta una enramada donde varios guerrilleros los esperaban subidos en un árbol. Desde allí emprendieron la caminata por unas faldas empinadas que los llevó hasta el campamento donde los aguardaba el comandante ‘Héctor Ramírez’, conocido como “El cuñao”, un llanero que había llegado hace poco al sur a reemplazar al comandante ‘Oscar’ o ‘Chuculo’, oriundo de Pitalito, formado en la Juco y que fue trasladado por orden del propio Tirofijo, debido a la intervención del entonces senador Héctor Sánchez Polanía, que tuvo la osadía de ir hasta las montañas a quejarse de las acciones de ‘Oscar’ y la amenaza de muerte contra el político conservador.


Un saludo inesperado


Contra todas sus expectativas, los concejales fueron bien recibidos por los guerrilleros. Les tenían preparado sancocho de gallina y en una habitación de madera les habían dispuesto los dormitorios con cobijas de lana y colchones de algodón. La madrugada del sábado inició con la formación de la guerrillerada y un saludo inesperado. Vía radio, el Comando Central se comunicó con los cinco concejales y las voces de Manuel Marulanda y Raúl Reyes se escucharon por el acatarrado artefacto celebrando el cumplimiento de la insólita reunión. Sin embargo, el temor de dos de los concejales no se disipaba, pues Zapata y Carrillo eran suboficiales retirados del Ejército Nacional.


“Recuerdo que el comandante fue muy enfático en tres aspectos. El primero fue resaltar el hecho de que nosotros habíamos sido elegidos por el pueblo de Pitalito para representarlos y defender sus intereses en el gobierno del entonces alcalde del municipio, Carlos Martín".


Pese a esto, por recomendación de Emiro, cuando llegó el momento de presentarse con el comandante ‘Héctor’, los dos concejales ex militares confesaron su origen con algo de temor. Pero la guerrilla los había investigado y conocían el pasado castrense de estos dos concejales, a quienes les respetaron la vida por no tener ningún vínculo con grupos paramilitares. Superado este momento álgido de la reunión, el comandante ‘Héctor’ hizo una exposición de los orígenes, causas y objetivos de su lucha armada. Luego del repaso histórico, el objetivo principal del encuentro se puso sobre la mesa.


“Recuerdo que el comandante fue muy enfático en tres aspectos. El primero, fue resaltar el hecho de que nosotros habíamos sido elegidos por el pueblo de Pitalito para representarlos y defender sus intereses en el gobierno del entonces alcalde del municipio, Carlos Martín. El siguiente fue indicarnos la obligación de ejercer nuestro control político contra la corrupción. Y el último, quizá el más grave de todos, era la advertencia sentenciosa sobre las relaciones o vínculos que la política de la región tuviera con el paramilitarismo. Situación imperdonable para ellos y que se cobraba con la vida”, explicó Zapata.


Concejales en poder de las Farc


El domingo en la noche, cuando los concejales regresaron a Pitalito en el mismo auto con el conductor que los había llevado hasta esas lejanías, el pueblo entero ya se había enterado de la situación. Pese a las advertencias de la guerrilla a los concejales de no decir nada a nadie y mucho menos a las autoridades, Zapata no pudo tragarse la intriga y espoleado por las sospechas de su esposa Rosalbina y sus temores, antes de partir a la cita le dijo que si el domingo no llegaba fuera a contarle todo al cura Jaime Tovar, quien al ser informado por la señora no dudó en acudir a las autoridades.


Contra todas sus expectativas, los concejales fueron bien recibidos por los guerrilleros. Les tenían preparado sancocho de gallina y en una habitación de madera les habían dispuesto los dormitorios con cobijas de lana y colchones de algodón.


Por su parte, los comandantes de la Policía y el Ejército en Pitalito estaban indignadísimos. El lunes a primera hora, luego de saber que los cinco concejales estaban sanos y salvos en el municipio, el entonces coronel del Batallón Magdalena José Domingo Rubio Saavedra mandó a buscar a los concejales para que se presentaran en las instalaciones del ejército con el objetivo de saber por qué no habían denunciado el hecho delictivo y cuál había sido el objetivo de tan sospechosa reunión, pues para las autoridades del municipio había una clara simpatía de los cabildantes con el grupo armado. Sin embargo, luego de escuchadas las declaraciones de los concejales, se pudo comprender el objetivo político de aquella acción subversiva.


“Vaca ladrona, no olvida el portillo”, intrigó el coronel Rubio, mirando fijamente al concejal Emiro. “Coronel, yo ya dejé los fierros y ahora mi única arma es la palabra”. Sostuvo Emiro. “Entonces dígame qué carajos les dijeron, ¿cuántos hombres había y cuántas armas tenían? Interrogó insistente el coronel. “Eran muchos, no me acuerdo cuántos y estaban muy bien armados”, fue la respuesta del concejal.


De la guerra a la paz


Curiosamente, ese mismo año de 1992, fueron elegidos en el departamento del Huila 9 concejales y el diputado del M-19, Carlos Chalita, quien obtuvo la mayor votación de la época. Hechos que obligatoriamente nos hace pensar en la coyuntura actual del país. Finalizó la dejación de armas de las Farc y comenzó la etapa de reincorporación de más de 10 mil excombatientes, presos y milicianos a la vida civil.


Aunque la reincorporación de las Farc va a paso de tortuga, que los excombatientes puedan tener una vida digna en la civilidad no es un asunto de privilegios para quienes se alzaron en armas, sino un requisito para que se consolide la paz territorial. Es un asunto, sobre todo, de seguridad nacional. Los meses que siguen son cruciales para el éxito o fracaso de la reincorporación.

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