POR JULIO BAHAMON VANEGAS
Es la nueva estrategia de los bandidos de las Farc en el
occidente del Huila. Hoy están allá, mañana en cualquier otro lugar del
departamento.
En los centros poblados de Belén, Gallego y en Villa Losada,
las disidencias de las Farc vienen instrumentalizando a las comunidades
indígenas, incubando un escenario de alto riesgo para la paz regional
aprovechándose de los aborígenes para enfrentarlos con campesinos y pequeños
propietarios de tierra.
El guion es perverso. Lo que están obligados a saber los
nativos es que los grupos armados ilegales, se dedican en gran parte al
narcotráfico, a manipular legítimas reivindicaciones étnicas para convertirlas
en garrote de choque con sus pares, los campesinos.
Así, mientras los campesinos y labriegos que por años han trabajado
y habitado sus fincas, bien habidas, resisten en medio de la zozobra, los
naturales, engañados por la propaganda guerrillera, terminan enfrentados a
quienes no son sus enemigos, sino sus vecinos y compañeros de territorio.
En distintas regiones del país, los narcoterroristas han
perfeccionado esta estrategia de “guerra social”, con lo que buscan dividir a
las comunidades para debilitarlas y abrir espacios a la economía ilícita como
la siembra de coca.
El Estado colombiano, por su parte, ha entregado a las
distintas organizaciones indígenas más de 37 millones de hectáreas, una cifra
histórica que, lejos de ser vista como un logro colectivo, está siendo
manipulada por grupos violentos para fomentar choques entre indígenas y campesinos,
quienes también exigen seguridad jurídica sobre sus propiedades.
La situación que están viviendo en Belén, Gallego, y Villa
Losada, en el municipio de La Plata, es una alerta que requiere una urgente
intervención de las fuerzas armadas con decisión. De lo contrario, se podría
consolidar un nuevo conflicto de imprevisibles consecuencias.
Las Fuerzas Armadas de Colombia, no necesitan recibir órdenes
del gobierno para actuar; esa directiva se las da la Constitución Nacional, y
si el presidente de la república dice lo contrario, los comandantes del
Ejército y de Policía, no desobedecerán al ejecutivo, solamente acatarán el
ordenamiento jurídico que les dicta la carta fundamental de Colombia.
Lo que está en juego es la estabilidad territorial, la economía
campesina y la posibilidad de una paz real. No se trata de saber si el gobierno
y las autoridades van a intervenir, con firmeza, para evitar una tragedia que
están sembrando las disidencias, de odio y división, donde debería haber
solidaridad y trabajo comunitario. Hago un llamado a la armonía entre indígenas
y campesinos.



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